EL DESPRECIO A LA VIRGEN DE FÁTIMA EN ASÍS

Existen muchos análisis que comparan el actual ecumenismo con el practicado por los papas del pasado y demuestran una diferencia abismal entre lo que se hizo y lo que se hace hoy en esta materia. Sin embargo tales estudios están muy bien para teólogos o filósofos, para las personas sumamente bien informadas en estos temas. Pero nosotros, el pueblo fiel, ¿tendremos también en este campo una «cola serpentina» denunciando la presencia de Satanás tan clara que nos proponga evidencia de tal fatalidad?

Pues si se produjo. Ésta al fin llegó. Nos vino con el escándalo de Asís. Y no me refiero a lo que sucedió oficialmente en la reunión ecuménica -ya de por sí suficientemente claro como para hacer ver a un ciego- sino a algo que sucedió en las afueras de la ciudad y que terminará por convencer hasta el más fanático partidario de aquellas jornadas.

Todos sabemos que la reunión fue citada por Juan Pablo II, y tenía por finalidad impetrar del Altísimo que se dignase conceder la paz al mundo. A esta convocatoria responden casi todas las religiones de la tierra que, en abigarrada ceremonia, oran, según su leal parecer y sus tradiciones litúrgicas, a la divinidad de sus preferencias. Fue una reunión digna de la torre de Babel. Uno de los participantes era Juan Pablo II.

Un grupo de campesinos se enteró del motivo de la cita: orar por la paz. Devotos de Nuestra Señora de Fátima, comprendieron que Ella debía ser presidente del encuentro. Porque todos los católicos sabemos que Dios ha prometido la paz a Nuestra Señora. Ella la dará al mundo en cuanto el Santo Padre en unión con todos los obispos consagren a Rusia a su Inmaculado Corazón. Obviamente, la Santísima Virgen debía estar presente: si no lo estaba, la reunión era estéril.

Inmediatamente se pusieron manos a la obra. Limpiaron su imagen bendita, construyeron un anda, la llenaron de flores; en suma, la dejaron preciosa. Le cargaron sobre sus hombros e iniciaron el viaje a Asís que quedaba bastante lejos: había que atravesar casi toda Italia. Porque estos buenos campesinos eran calabreses. Más los devotos de la Virgen de Fátima está acostumbrados a ver viajar a su imagen bendita transportada por sus fieles.

Llegaron a la ciudad de Poverello a tiempo para que su Virgen presidiera las ceremonias.

Consternación en Asís. No puede presentarse a la Santísima Virgen ante protestantes y judíos, árabes e idólatras de todo tipo sin consultarlos previamente. Y, para colmo, una Virgen tan poco ecuménica como lo es Nuestra Señora de Fátima que ha tenido la audacia de proclamar que Rusia será el azote de Dios sobre este mundo pecador. ¿Que hacer? Las autoridades diocesanas determinaron que la sagrada imagen no podía ser recibida en la ciudad. Y he aquí a los tristes campesinos rodeando su anda, en las afueras de Asís, sin atinar a comprender porqué la Santísima Virgen, en cuyas manos está encomendada la paz del mundo, no fuera recibida en esa jornada de «oración por la paz».

Aún impresiona la fotografía que acompaña el relato que acabo de resumirles y que nos revela con claridad meridiana el rechazo divino de la absurda asamblea. ¿Por qué la Virgen de Fátima? ¿No está Asís llena de altares, estatuas y cuadros que celebran a la Madre de Dios? Pero quiso Dios que saliera a relucir la «cola serpentina» del inspirador del evento. Nos admira la fe y el espíritu del sacrificio de los calabreses cruzando toda Italia con su querida imagen. Nos conmueve su fe. Era justamente la Virgen que se necesitaba si se quería orar por la paz. Ya que venían de todos los rincones del mundo los orantes, también la Santísima Virgen viajó del extremo meridional de Italia. Y sólo Ella, únicamente Ella, no fue recibida en el lugar de la supuesta oración.

Está claro: Dios no aceptó.