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CHARLES PÉGUY … LO SABÍA

30 de agosto de 2011

Charles Péguy

Lo definen como un cristiano sin Iglesia, al negarse a bautizar a su esposa y sus hijos. En este esfuerzo de «profundización» interior de la patria encontrada de nuevo. Péguy (Orléans, 1873 – Villeroy, 1914) llegó a partir de 1908 al umbral de la fe y de la Iglesia católica, que no atravesó (hasta la vigilia de su muerte) debido a su particular situación familiar, a la intransigente y exclusiva lealtad al socialismo dreyfusiano, a su feroz individualismo y a una fuerte desconfianza hacia el clericalismo. Extraño catolicismo, religión poética sin sacramentos ni vínculos dogmáticos, y sin embargo de una humildad indudablemente sincera, aunque la religión se confunda a menudo con una «mística» del heroísmo y del mesianismo nacional francés.

El hecho de que la disidencia de los obispos respecto al Cristianismo, iniciada a fines del siglo XIX, fuera vista ya por Péguy, es algo de lo que damos fe.

Péguy, por imprecisión en su visión de conjunto o tal vez por discreción, decía «los curas» o «los clérigos». ¿Pero cómo «los curas» habrían podido hacer lo que él dice, sin que los autores verdaderos de ello fueran «los obispos»? 

Sabemos ahora, lo sabemos con toda claridad, que no hay que decir «los curas», sino ante todo y sobre todo «los obispos».

Decía Péguy en 1909:

«Los curas trabajan por derribar lo poco que queda, con mucho éxito en su empeño. Incluso su único éxito estriba en eso. Y hay que hacerles justicia pues en verdad trabajan activamente».

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«Y mientras tanto las almas se pierden. Dejadas a la aventura, expuestas y con peligro, juguetes al azar en su camino, bajo el riesgo de cualquier infortunio espiritual, lanzadas a todas las miserias. Abandonadas».

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«Para explicarlo, me refiero racionalmente, hay que decir esto: un desastre, y no hablo yo de un desastre de esta importancia o equivalente, me refiero que para un desastre de este orden hay que haber cometido una falta del mismo orden»

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«Nadie puede negar el desastre. Los clérigos lo niegan. No lo niegan, lo reniegan; aluden a estos desdichados tiempos. Es una forma de decir que todo eso les parece muy natural, que lo esperaban. Así son de modernos generalmente; y, los que además son pedantes, modernistas»

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«Que los curas no creen en nada, que no creen ya en nada, es la expresión corriente hoy en día, la expresión generalmente adoptada, y desgraciadamente sólo es injusta para unos pocos. Y se ignora cuan modernistas son realmente. Tal vez las tres cuartas partes y tal vez más. Dicen «son estos desdichados tiempos». Es una frase. E incluso una frase cómoda. Cómoda para encubrir la pereza, para librar a los demás, a todo el mundo, quizá sobre todo para librarse ellos mismos de sus espantosas responsabilidades (…) No hay desdichados tiempos. Hay desdichados clérigos. Los tiempos todos pertenecen a Dios. Por desgracia todos los clérigos no le pertenecen. Se espanta uno de las enormes responsabilidades que tendrán que soportar; y así pues los que estén comprometidos en estas supremas tareas, son los únicos que deberán responder de ellas. Y esto es lo que no quieren ver. Para nadie es un secreto, incluso en la enseñanza no se puede ya ocultar, excepto quizá en la enseñanza de los seminarios, que todo está descristianizado, que toda la descristianización ha venido del clero. Todo el debilitamiento del tronco, la sequía de la ciudad espiritual, no proviene en forma alguna de los seglares. Proviene únicamente de los clérigos».

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«Quieren hacer progresar al Cristianismo. Que tengan cuidado. Quieren unos progresos para el Cristianismo que podrían costarles caro, …costarles caro. El Cristianismo no es en absoluto, de ninguna forma, una religión de progresos; ni (tal vez menos, aún si cabe) del progreso. Es la religión de la salvación.

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«En el mundo moderno todo es moderno, cualquier cosa, y sin duda el mejor golpe del modernismo y del mundo es, en muchos sentidos, el haber vuelto moderno, en casi todos los sentidos, al Cristianismo, a la Iglesia y a lo que quedaba todavía de Cristiandad. Ocurre pues que cuando hay un eclipse, todo el mundo está en penumbras»

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«No son nada más que cristianos descentrados, cristianos desfasados. Están desfasados de su cristianismo. Quizá sería mejor si se decidieran a ponerse en su sitio. Esto significa que no son ya cristianos, tal vez que no lo son ya en absoluto, sino pura y propiamente modernos».

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«No se trata de perfeccionar. Se trata de mantener, de guardar un punto fijo. Y cuando se ha probado, se dá cuenta uno que no es tan fácil. Mantengámoslo, amigo, guardemos este punto fijo. Hay personas que quieren perfeccionar el Cristianismo. Es un poco como si quisiéramos perfeccionar el norte. El muy astuto (…) El norte naturalmente está fijo, el Cristianismo está natural y sobrenaturalmente fijo: Así, pues, los puntos fijos han sido dados de una vez por todas, en el mundo natural y en el mundo sobrenatural, en el mundo físico y en el mundo místico. Y en consecuencia cualquier trabajo, cualquier esfuerzo consiste, por el contrario, en guardarlos, en mantenerlos. Todo lo opuesto de perfeccionarlos»

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«Lo que resulta molesto es que hay que desconfiar de los curas. No tienen fe o casi nada. La fe se mantiene todavía entre los seglares»

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Cuando se lee «los obispos» donde Péguy escribía «los curas», se pone de manifiesto (y mejor) que «eso es injusto sólo para algunos».

Podríamos ahondar en este mismo sentido respecto a la significación de la obra de León Bloy, etc.

Y el juicio pronunciado en La Salette sobre «el clero», y a su vez la actitud episcopal frente a La Salette…

En su alocución a los nuevos cardenales, el 27 de mayo de 1914, que es -salvo error- su último discurso pronunciado en público, y que tiene trazas de testamento, San Pío X declaraba:

«Estamos en un tiempo en que se acogen y adoptan con gran facilidad ciertas ideas para conciliar la fe con el espíritu moderno, ideas que conducen mucho más lejos que lo que se piensa, no sólo al debilitamiento, sino a la pérdida total de la fe».

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