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HACIA LA ESCLAVITUD

6 de diciembre de 2012

adan_eva durero

 

El hombre, haciendo mal uso de su libertad, puede apartarse de su fin último, puede desoír el llamado de Dios, como ocurre con el hombre moderno que se ha convertido en un soberano absoluto, en su propio dios, como si él mismo fuese la culminación del proceso de la Historia. No acepta instancias superiores a su voluntad, como no acepta verdades fuera de su verdad. Pero, como dice donosamente Antonio Machado: «la verdad es lo que es -y sigue siendo verdad- aunque se piense al revés».

Y va más allá el hombre moderno, reivindica para si la libertad de pensamiento y la libertad de conciencia, esto es, la libertad de juzgar como bueno o como malo para si según sean sus intereses o apetitos, sin referencia alguna a la verdad. Se considera desvinculado de toda verdad. La ley misma dependerá de su opinión o de la suma de opiniones de una mayoría accidental. Ya no es más «el dictamen de la razón práctica en orden al Bien Común», según la definición Tomista.

Quiere decir que las nuevas leyes no prohíben las malas acciones porque sean malas en si mismas, sino que su calificación depende de los criterios valoratorios circunstanciales de una mayoría también circunstancial. El hombre moderno se ha colocado más allá del ser, más allá del bien y del mal. De donde el mal puede hacerse si la ley no lo prohíbe.

Así se ha dado realidad a la falsa afirmación hecha por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1848: «¿Hace falta -dice- una gran perspicacia para comprender que, con las condiciones de vida, las relaciones sociales, la existencia social del hombre, cambian sus ideas, sus concepciones, sus opiniones, en una palabra, su conciencia?».

¿Y que dice la Cátedra de Pedro de esta libertad? León XIII dijo:

León XIII«Si el juicio sobre la verdad y el bien queda exclusivamente en manos de la razón humana abandonada a sí sola, desaparece toda diferencia entre el bien y el mal; el vicio y la virtud no se distinguen ya en el orden de la realidad, sino en el juicio subjetivo de cada individuo; será lícito cuando agrade, y establecida una moral impotente para refrenar y calmar las pasiones desordenadas del alma quedará espontáneamente abierta la puerta de toda clase de corrupciones. En cuanto a la vida pública, el poder de mandar queda separado de su verdadero origen natural del cual recibe toda  la eficacia realizadora del bien común; y la ley, reguladora de lo que hay que hacer y de lo que hay que evitar, queda abandonado al capricho de una mayoría numérica, verdadero plano inclinado que lleva a la tiranía» Libertas Praestatissimun.

Triunfante el postulado liberal de la libertad de pensamiento y de la libertad de conciencia, la conclusión de Albert Canmus resulta irreprochable: «No siendo -dice- nada verdadero ni falso, bueno omalo, la regla será mostrarse como el más eficaz, es decir, como el más fuerte. El mundo entonces no será ya compartido entre justos e injustos, sino entre amos y esclavos».

Y en eso estamos, basta abrir los ojos para ver la realidad. Y este triunfo liberal es también triunfo de Carlos Marx que quería un hombre nuevo que diera realidad a sus postulados. Un hombre con una mente nueva y concepciones nuevas, sin ataduras a instancias superiores que le imponga deberes y servicios. Por eso su tenaz ataque a la Religión.

«La verdadera felicidad del pueblo  -dice- exige que la religión sea suprimida en cuanto felicidad ilusoria del pueblo… La crítica de la religión es, pues, en germen, la crítica de este valle de lágrimas de que la religión es la aureola… La crítica de la religión desilusiona al hombre, para que piense, actúe, y forme su realidad como un hombre que ha pasado a ser razonable, para que se mueva en torno a sí mismo, y, por consiguiente, en torno a su verdadero sol» (Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel).

Medítese hasta donde han penetrado estas ideas revolucionarias en nuestros hombres, particularmente en la clase dirigente que, por sus mayores  medios materiales, se encuentra más expuesta a las seducciones del placer. El egoísmo se ha apoderado peligrosamente de nuestros corazones, cada uno de nosotros se mueve en torno a sí mismo, cada uno es su verdaderos sol. El liberalismo fertilizó el terreno y sembró estos errores con su individualismo, que hoy está cosechando el Comunismo que lleva a la premisa liberal hasta sus últimas consecuencias.

El mismo Marx, al advertirlo, lo declaró con franqueza: «No hace falta un espíritu muy agudo para ver, partiendo de la doctrina del materialismo sobre la bondad natural y la igual capacidad intelectual de los hombres, la omnipotencia, la costumbre, la importancia capital de la industria, los derechos al goce, etc., el lazo necesario que existe entre materialismo y comunismo o socialismo. (La Sagrada Familia).

Estas consecuencias de las premisas liberales alarman a los mismos liberales y se rasgan las vestiduras. Levantan un trono a la premisa y mandan al cadalso a sus consecuencias, como decía certeramente Vázquez de Mella.

 

 

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