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VICTORIANO HUERTA CONTRA LA REVOLUCIÓN MASÓNICA

20 de noviembre de 2012

Con todos los defectos que se le quieren atribuir, era el General Huerta un patriota y un experto y prestigiado militar no afiliado a la apátrida e internacionalista secta masónica. En abril de 1913 rompió el Pacto de la Ciudadela o Convenio de la Embajada, desechando la intervención del embajador Lane Wilson y al impuesto masónico formado por Félix Díaz, nombrando un gabinete independiente de la Secta y de la influencia de los Estados Unidos. Clausuró la «Casa del Obrero Mundial» establecida durante el régimen maderista. Expulsó a los agentes comunistas que la dirigían, y volvió la tranquilidad a la mayor parte del país, desarrollándose con normalidad todas las actividades.

En su primer informe al Congreso de la Unión, el general Huerta expresó emocionado:

«… Declaro que soy liberal de convicciones, más soy también extraordinariamente religioso, y por ello creo que Dios es un poderoso elemento para darnos no sólo fuerzas morales, sino fuerzas físicas»

Desde luego hay que señalar que no es posible ser liberal de convicciones y al mismo tiempo extraordinariamente religioso, y por ser esto último proclamó en su carácter  de presidente del Estado su creencia en Dios, lo que era un acto de repudio enteramente oficial del laicismo liberal, que fue precisamente la significación del acto de Fe del Gral. Huerta, de cuya alocución después de insertarla en la crónica publicada en La Nación al día siguiente se dijo:

«La muchedumbre en las afueras se aglomeraba batiendo palmas. Los foquillos en las columnas y el ático y las rojas colgaduras encuadraban la exaltación patriótica del momento y en las alturas los astros parecían esculpir con cifras de diamante el himno celestial ¡Gloria a Dios en las Alturas y Paz en la tierra… a los hombres de buena voluntad! Así por vez primera, después de muchos años de ateísmo oficial, en el seno del Parlamento, un Presidente de la República invocó el Santo Nombre de Dios.»

Del efecto de las palabras de Huerta, se informó en un editorial de la revista estadounidense Columbian:

«El pueblo aplaudió con entusiasmo el suceso. Pero muchos de los diputados, que eran masones, se mostraron inmediatamente hostiles al nuevo presidente».

A los pocos días, una comisión de masones Shiners representantes de las masonerías mejicana y americana, se presentó al Presidente Huerta, y le propuso que si se afiliaba a la masonería, los masones se comprometían a que saliera electo presidente en las próximas elecciones y que el gobierno americano lo reconocería y sostendría. Uno de los que formaban parte de esta comisión de masones fue el senador mejicano José Castellot, el cual acababa de recibir de la masonería americana una medalla de oro por los buenos servicios que había presentado a la masonería americana en Méjico. El Presidente Huerta rehusó terminantemente la proposición de los Shiners y con gesto muy propio de su carácter, sacando del pecho un pequeño escapulario de la Virgen del carmen, les dijo a los masones que esa era su insignia y que, aunque no se había portado con ella como debía, sin embargo, no lo cambiaría nunca por los emblemas masónicos, porque estaba resuelto a vivir y morir como católico. Los masones no desistieron de su intento, a pesar, de estas respuestas del general Huerta, y dos semanas más tarde le enviaron por escrito la misma proposición con las mismas promesas. Huerta rehusó terminantemente. Pero apenas se supo en los Estados Unidos la resolución del Presidente de méjico, cuando una comisión de masones americanos fue a conferenciar con Carranza y Villa. resultando de esa conferencia que la Revolución del Norte comenzó a formalizarse y ser cada día más formidable.

Y al dar muestras de un anticatolicismo virulento y sanguinario, atizado naturalmente, por el judaísmo masónico internacional, que llevó a los cabecillas revolucionarios a torturar y martirizar a muchos sacerdotes con jubilo exultante del ególatra judío Woodrow Wilson, presidente puritano de los Estados Unidos, de quien fue agente personal en Méjico el asimismo masón Jhon Lind que «sólo dió oídos a las acusaciones de los masones enemigos de Huerta y no fraternizó sino con los que se mostraban hostiles al clero católico», y por saber precisamente que lo eran, aseguró a los revolucionarios que tendrían el apoyo de los americanos, y hasta exclamó alegremente, según testimonio del prominente católico yanqui William Buckley en el Senado de los Estados Unidos, cuando tuvo conocimiento del asesinato de varios sacerdotes católicos por los revolucionarios: «Esto es buena noticia: mientras más sacerdotes maten más complacido estará el Presidente».

El Gral. Victoriano Huerta, presionado por el «Plan de Guadalupe» que encabezó Don Venustiano Carranza, como Jefe del Ejército constitucionalista, tomó la decisión de renunciar a la Presidencia de la República el 8 de Julio de 1914.

Don Salvador Borrego (América peligra. págs. 336-337) nos dice:

«A Huerta, que se negaba a obedecer a Wilson, se le marcó con el calificativo de usurpador y se le execró en la historia oficial de Méjico. tanta severidad no es por horror a la sangre ni por la reprobación del cuartelazo mediante el cual subió al Poder, pues tenemos muchos autores de cuartelazos a los que rendimos honores. Lo que no se le perdona a Huerta es que no haya estado ligado a la logia y que hubiera actuado por su propia cuenta».

Durante la semana siguiente, Huerta y doña Emilia hicieron preparativos para su destierro en Europa. El documento de su renuncia a cargo de la Presidencia de la República fue presentado al Congreso el 15 de julio del citado año.

Victoriano Huerta, abandonó México, se trasladó a España y al año siguiente se desplazó a Estados Unidos, donde fue detenido bajo la acusación de fomentar la rebelión en México.

El 13 de Enero de 1916, tras una intervención quirúrgica, según revelación de Edith O’ Shaughnessy, esposa del ex secretario de la embajada de EU en Méjico, refiere que el médico que operó a Huerta le dejó sin coser la herida y que esto le provocó la muerte.

Huerta había anunciado que haría importantes revelaciones políticas, pero al parecer su animosidad se sosegó en las pláticas que tuvo con el capellán de Fort Bliss, pues no obstante que su mujer lo instaba a hablar, el respondió:

«¿De que sirve? Muero en paz con Dios y con los hombres. Perdono a todos los que me han hecho daño, muy de veras al Presidente de los Estados Unidos, porque nunca comprendió, y pido perdón a todos los que yo he ofendido. Lo demás se lo dejo a Dios, en cuyas manos pongo mi pobre familia».

 

 

 

 

 

Bibliografía:
Andrés Barquín y Ruiz, Cristo, Rey de Méjico. págs 158-159.
 Nacimiento, grandeza y decadencia y ruina de la nación mexicana. La revolución socialista, radical y anárquica. Pedro Sánchez R. págs. 746-747 y 748.
5 comentarios leave one →
  1. Eduardo Cinco permalink
    20 de noviembre de 2012 9:21 AM

    Absolutamente falso el artículo, Huerta no fue un patriota, fue un TRAIDOR. Fue un asesino, que no sólo es falso que rechazo la intervención del embajador de Estados Unidos, sino que desde la embajada se apoyó el GOLPE DE ESTADO a un gobierno legítimo y democráticamente instituido. FALSO que hubiere pacificado a la mayor parte del país, después del golpe de estado del traidor, empezó la más sangrienta revolución para acabar con el régimen del dictador y usurpador. Si era católico o no lo era, no fue por motivos religiosos que decide traicionar al Presidente Madero, sino que se alió con un embajador de un país protestante y masón para desde su embajada planear el golpe de estado y el posterior bajísimo asesinato de Madero y Pino Suárez.

    • 20 de noviembre de 2012 2:47 PM

      Estimado Eduardo, aquí no escribimos lo que la Historia Oficialista dice, ni lo que dicen los libros de texto de primaria.

  2. 21 de noviembre de 2012 4:20 PM

    Que hombre tan valiente! Tienen algun libro escrito sobre el? Me encantaria leer sobre su vida.

  3. Andy_Barr permalink
    23 de noviembre de 2012 9:30 AM

    Ni Huerta ni Carranza fueron reconocidos por el gobierno Yanki, porque no fueron manejables a sus intereses, y por eso los derribaron, hasta que llegó Obregon, que fué quien firmó los tratados de Bucareli, donde vendia economicamente a Mexico, fuente: America Peligra de Salvador Borrego.

  4. José Juan Paulin. permalink
    2 de enero de 2014 8:35 PM

    De acuerdo con Eduardo Cinco. Huerta fue un traidor que no tuvo mas interés que en si mismo y que se valió del asesinato para conseguir sus fines. No olvidemos que Madero lo perdonó cuando fue descubierto como traidor por su hermano Gustavo. Da asco el sesgo que pretenden darle a la historia. Huerta además, se retiró a Europa millonario, junto con su perro asesino Aureliano Blanquet. Y Huerta recibió impulso a su carrera del Presidente Benito Juárez, masón y verdadero patriota, que confió en el por ser indígena.

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