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LA RELIGIÓN CATÓLICA XIII

24 de febrero de 2012

POR LA ALEGRÍA DE SUS MÁRTIRES

201. El 13º argumento es la invicta y grande paciencia y alegría singular de los Mártires en medio de cruelísimos tormentos.

202. San Vicente mostró tan gran fortaleza y alegría en medios de crueles tormentos, que es claro testimonio que allí le asistía la virtud divina. Porque, diciéndole el juez: mira cuitado como está despedazado tu cuerpo, le respondió con alegre y risueño rostro:

203. Esto es lo que siempre he deseado. Créeme, Daciano, que ningún hombre me podía hacer mayor beneficio que el que me haces, aunque sin voluntad de hacerlo. Por tanto, yo te ruego que no te amanses ni aflojes un punto del arco que tienes contra mi flechado, porque cuanto más crueles fueren tus saetas, tanto más gloriosa será mi corona, y yo cumpliré mejor con el deseo que tengo de morir por aquel Señor que por mi murió en la Cruz.

204. Esto dijo en ocasión de estar cruelmente atormentado, porque desnudo estaba, colgado de un caballete, y los verdugos con cuerdas lo estiraban de los pies y descoyuntáronle sus sagrados miembros. Luego el tirano ordenó que con garfios y uñas de hierro rasgasen su cuerpo santo, y ejecutáronlo ellos con gran furor.

205. Pero el Santo hasta tenía humor de mofarse de ellos: ¡qué flacos sois, que pocas fuerzas, por más valientes os juzgaba yo!

206. Pusiéronle en una cruz, extendiéronle en una cama de fuego ardiendo, abrasáronle los costados con planchas al rojo vivo; corrían ríos de sangre, que salían de sus entrañas, con tanta abundancia, que apagaban el fuego. En la carne consumida sólo los huesos quedaban, ya denegridos y quemados.

207. De nuevo ordenó el tirano echarle granos de sal gruesos, para que resurtiendo le hiriesen; empero el desconcertante Santo, como si estuviera en una cama de rosas, hacía burla con humor de los que le atormentaban.

208. Esta heroica fortaleza, fervor, constancia, alegría, ¿cómo se hallará en un hombre, a no haber sido asistido de la fortaleza divina? Lo mismo se ha de decir del gran San Lorenzo y de otros.

209. San Teodoro decía: Benedicam Dominum in omni tempore: Bendeciré en todo tiempo a mi Dios y mi Señor. Y esto lo decía estando su cuerpo despedazado.

210. San Tiburcio, pisando descalzo las brasas, decía que le parecía que caminaba sobre blandas rosas.

211. El Apóstol San Andrés, así que miró la Cruz, donde le iban a enclavar, se llenó de regocijo, y la saludó aún de lejos, con requiebros muy sentidos de grandísima alegría.

212. Y esto ¿No es demostración bien patente y manifiesta de la verdad Evangélica? Si nosotros nos quejamos mucho, y estamos muy tristes en trabajos muy pequeños, y los Mártires, se hallaban alegres en tan horrendos tormentos, ¿quién obraba este milagro sino la virtud, en confirmación y lustre de la Religión Católica?

213. A vista de los suplicios la frágil naturaleza contúrbase demasiado, pierde el ánimo y la voz; luego al ver que tantos Mártires, no solamente a la vista de tan acerbos tormentos, sino a un tiempo padeciéndolos, con todo están tan alegres, gozosos y tan pacientes, ¿no es clara evidencia ésta de estar la Divinidad asistiéndoles ahí?

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