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LA TIRANÍA SE ACENTÚA

17 de octubre de 2014

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ULTIMA FURIA
DE LA FIERA HERIDA

Tanto rigor, tanta arbitrariedad, crueldades tantas, no atemorizaban a los demás católicos que seguían en las ciudades trabajando con grandes bríos; pero tampoco se saciaban los instintos inhumanos de los ministros de la tiranía. En Colima, al igual que en las demás partes de la Nación, continuaban las aprehensiones, los destierros y los fusilamientos.

Entre las aprehensiones de más significación en estos últimos meses, registráronse la de la señorita profesora M. Guadalupe Ramos, a quien se arrestó por habérsele encontrado, al catear su casa, un nombramiento de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa; la de la señora Indalecia Llerenas y de su hija María Vázquez, a quienes con golpes e injurias se condujo a la prisión; la del señor Gildardo Figueroa y de su esposa M. Guadalupe Torres, y la de las señoritas Juana, M. de Jesús y Marciana Preciado. Todas estas personas fueron aprehendidas en la mañana del 2 de junio, denunciadas por la cuñada de un gendarme que fue descubierta cuando conducía una canasta con parque que había vendido a los libertadores. Se les condujo, no a la prisión civil, sino al cuartel general, y allí permanecieron, al igual que la señorita profesora Juana Sánchez -arrestada el día 11- hasta el 13 del mismo mes, en que fueron trasladadas a la cárcel civil, llena entonces de católicos que habían sido traídos de Comala.

NOCHE INFERNAL

Estos últimos prisioneros de uno y otro sexo, en número como de sesenta, habían sido aprehendidos la noche del día primero, sin ningún otro delito que tener en las filas de la Cruzada a algún miembro de su familia. Toda la noche del 1° al 2 empleáronla los perseguidores en arrestar familias. A quien al simple llamado no abría inmediatamente la puerta de su casa, le obligaban a hacerlo con gritos y amenazas, y la puerta que no era abierta, era derribada a golpes, y aun ancianos, mujeres y niños fueron sacados de sus lechos en que dormían, para llevarlos a la prisión.

Un día permanecieron aquellos arrestados, en su pueblo de Comala, y al día siguiente, sin habérseles permitido tomar nada de alimento y a pie, fueron conducidos bajo la custodia de grueso piquete de soldados, a la cárcel de Colima.

Los hombres iban amarrados como criminales y las mujeres, a pie como aquéllos, llevaban en los brazos o de la mano, a los pequeñuelos que lloraban de espanto y se abrazaban a ellas al ver los rostros iracundos de los esbirros. Había madres que llevaban tres y más niños y aun criaturas recién nacidas.

AÚN MÁS MÁRTIRES

Entre los acejotaemeros que por la Causa de Cristo dieron su vida en estos mismos días, se encuentran los jóvenes Apolonio Sánchez y Abraham Basilio Cisneros.

El primero era un distinguido alumno del Seminario Diocesano, en el cual cursaba laudablemente la Sagrada Teología. El segundo había sido también seminarista; mas por su salud deficiente habíase visto precisado a abandonar la carrera. Ambos hacía ya tiempo que se encontraban en el pueblo de Minatitlán, Col., controlado por los libertadores.

El 31 de mayo llegaron allí fuertes columnas enemigas con motivo de la última campaña, y haciendo prisioneros a cuantos encontraron complicados en la gloriosa causa del movimiento cristero, los pasaron por las armas. Entre estas víctimas estuvieron no sólo los jóvenes antes nombrados, Apolonio Sánchez y Abraham ‘Basilio Cisneros, sino el señor Albino Cisneros que era el Comisario cristero del lugar, Bernardino Franco, Genaro Ordóñez, Francisco López y Leodegario Ruiz.

Estos 7 hombres, creyentes y piadosos, se encontraban rezando en el templo. Se les dijo que el enemigo se aproximaba y ellos continuaron orando. Cuando quisieron huír, no fue ya tiempo; cayeron bajo las balas de los enemigos, en el atrio mismo de la iglesia.

EL PADRE DON MARGARITO VALERA

En junio hubo dos nuevos sacerdotes mártires: los PP. Margarito Valera y don Luis Orozco.

El primero era el sacerdote encargado de la Vicaría de Minatitlán. Celoso pastor, no abandonó a sus hijos en medio de la tribulación y, vestido de ranchero, con su sombrero grande, calzón ancho y ceñidor azul, anduvo con ellos en cerros y barrancos, llevando vida de fugitivo.

Por lo general, cuando no había peligro extraordinario, se le encontraba en Toxín, Jal., pequeño poblado de su misma vicaría, situado entre montañas; pero de allí salía con frecuencia, llamado por el deber, para atender en cuanto le era posible, a las necesidades espirituales de sus hijos. Fue tomado prisionero el día 3 del mes de junio, en ese pueblo de Toxín, Jal., por las mismas fuerzas del general José Ortiz, y fusilado en la montaña, en el camino que lleva a San Pedro, Jal.

EL PADRE LUIS OROZCO

Era originario de la ciudad de Colima y ejercía su ministerio sacerdotal en Autlán, Jal. Lo aprehendió, el 13 de junio, el general José Ortiz, con lujo de inhumanidad e impiedad, injuriándolo y maltratándolo de mil maneras. Fue conducido preso para llevarlo a Guadalajara, Jal., sin permitírsele tomar nada de alimento, sobre una mula bruta, con aparejo de carga y en medio de la soldadesca impía que hizo de él un continuo objeto de mofa.

Al día siguiente, ya cerca del obscurecer, cuando iban en lo más áspero e intrincado de la serranía, entre Juchitlán, y San José, Jal., un soldado dio con su máuser un fuerte culatazo a la bestia en que iba el sacerdote; el animal empezó a reparar y lo arrojó al momento al suelo. Al caer el mártir, dio con la frente contra una piedra, hízose una grande herida y se desmayó por la fuerza del golpe. Cuando hubo vuelto en sí, bañado con la sangre que abundante le manaba, fue obligado a continuar a pie el camino; pero debido a la hemorragia que lo iba debilitando, muy pronto empezó a languidecer y agotarse y, no 0bstante los gritos e injurias de los soldados que le compelían a andar, no podía hacerlo, sino poco a poco y con gran trabajo, por lo cual, impacientes los criminales verdugos, le dieron un balazo y le arrojaron por una pendiente para que acabase de morir. Agonizante el sacerdote se detuvo entre las piedras y arbustos del precipicio, y entonces descendieron algunos otros infames, le despedazaron la cara con una piedra para arrancarle unos dientes que tenía con rellenos de oro, y uno de ellos desenvainó su bayoneta y se la hundió en el pecho.

ozdoba

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